jueves, 30 de agosto de 2012

El paradigma de "trayectoria de vida"

Del estudio de personas mayores al paradigma de trayectoria de vida

                       Traducido del francés por Francisco González



Chirstian Lalive d’Espinay con la colaboración de Jean-François Bickel, Stefano Cavalli y Dario Spini



Que una sociedad se industrialice y el campesino se convierta en obrero, el señor feudal dispare o entre en la diplomacia. Que los trabajos aumenten o disminuyan, que alguien reanude su gusto por la vida o se tire sobre el pavimento. Una guerra, y el agente de seguros se encuentra detrás de un lanzador de misiles, el vendedor de revistas en comando de un radar; la esposa vive sola, el niño crece sin conocer a su padre. La existencia del individuo y la historia de la sociedad no se comprenden sino juntas. 

Charles Wright Mills1



Terminados mis estudios, había cumplido mi vigésimo aniversario. Mi padre había perdido sus tierras. La hipoteca lo había devorado. ¿Qué sabe él si no ha tenido en la vida una buena institución de crédito para que yo permanezca toda la vida siendo campesino y conservador?
Pierre-Joseph Proudhon2


     Este estudio está dividido en tres partes. La primera responde a una de las demandas del director del trabajo, yo señalo algunas de las interrogantes que me han llevado a revisar a profundidad la perspectiva y el marco teórico en el cual sitúo mi trabajo sobre la vejez. Esta progresión es propia, me expreso entonces, en la primera persona de singular. Las dos partes siguientes están consagradas, una a reconstruir el surgimiento y el desarrollo de la perspectiva llamada “Trayectoria de vida”, y la otra a recapitular algunas definiciones y principios de análisis. La redacción en primera persona de plural es aquí obligada, pues estas páginas son el fruto de una colaboración de muchos años. En la conclusión señalamos algunas dificultades, debilidades y límites de éste paradigma en el estado actual de las cosas.


     Cuando, en 1973, pues heme aquí ahora, 30 años después, comencé a interesarme –un poco por azar, pero esa es otra historia- en la temática de la vejez y de las personas mayores, un cúmulo de documentos y de cuestiones se me han impuesto progresivamente.

     En primer lugar, evidentemente, la novedad del objeto “personas mayores” en las ciencias sociales (tempranamente Anne-Marie Guillemard había publicado “La jubilación, una muerte social”3, la primera obra de envergadura sobre el tema en lengua francesa. Un objeto del que éstas han estado lejos de anticipar la importancia, que se ha impuesto a ellas bajo el efecto de transformaciones demográficas de las sociedades post-industriales y de las inquietudes sociales y políticas que han suscitado, inquietudes que están lejos de ser apaciguadas hoy.  

     En segundo lugar, revisando la literatura existente, esencialmente anglófona incluso americana en la época, constato que las monografías sobre las personas mayores paralizan a este grupo humano en una edad sin historia, sin pasado: “los viejos”, “los mayores”.

     Cierto, desde el punto de vista de la biología y de la salud se les pide hacer frente ante el peso de los años, pues se les encuesta sobre la prevalescencia de cierto número de males, aunque desde el punto de vista sociocultural parecerían revelar otra especie humana, todo un hecho particular puesto que nacieron alrededor de los 60 años. He aquí que me asombraba tanto más que no hacía más que leer sobre el sujeto pero practiqué también “la inmersión” o cada mantenimiento con una persona de edad hecha surgir de los fragmentos de la historia de una vida.

     En tercer lugar, buscando situar el objeto “personas mayores” en una familia conceptual, pienso bastante evidentemente en nociones de clase o de grupo de edad –sí fundamentales para etnología que estudia las sociedades comunitarias pues ellas constituyen con frecuencia una de las dimensiones estructurantes de esas sociedades. Ahora bien, observé que no aparecían en la sociología, en todo caso europea, que en campos limitados, en particular en los dominios de la juventud y la educación. Más tarde, descubrí que la hipótesis según la cual los estratos de edad constituían una de las dimensiones estructurantes de sociedades avanzadas comenzó a ser considerada por algunos investigadores en América del Norte4.

     En cuarto lugar, también en mi campo de interrogación, constaté que la edad, indudablemente con el sexo, uno de los dos datos donde la dimensión biológica está en la ocasión constitutiva y diferenciatriz de las vidas humanas, no hay en sociología más estatus teórico que la clase de edad. He aquí que contrasté singularmente, el hecho con el plan empírico, aquellas prácticas de investigación, toda encuesta sobre una población, como todo sondeo de opinión, retiene (y retiene siempre) la edad entre sus variables llamadas “independientes” de base, pues como una variable que postula que ella produce la diferencia en una población. 

     ¿Pero eso, sobre la base de qué teoría explícita o implícita? He aquí que resta en lo no dicho y que me conduce entonces a interrogarme tanto sobre los presupuestos del modo de análisis empírico para la clase de edad dominante, dicho en otros términos, sobre el método de análisis –sobre sus modos de explicación que les serán implícitamente asociados –en otros términos, sobre la teoría subyacente al método de análisis.

     Considerando en quinto lugar, el método de análisis, observo que, salvo raras excepciones, se trabaja sobre datos transversales, (reunidos en un tiempo t junto a datos de una población que ha sido desocupada en clases de edad), datos que frecuentemente se expresan bajo la forma de una curva con la edad extendido sobre un eje y los resultados observados de las variables dependiente sobre la otra. La gráfica da un ejemplo de esta representación clásica ni concierne al eje de adeptos de deportes y de ejercicios físicos.
La concatenación contenida en el segundo enunciado convoca un “tercer ausente” que explica el vínculo causal “con el avance en edad, el organismo se debilita, la capacidad física disminuye”. El argumento es sostenido tanto por la autoridad médica5 como por la experiencia del sentido común. ¿Cómo ir contra tanta evidencia? Y en sociología, se ha venido, sin excepción, a asociar a la variable “edad” un modo de explicación no sociológico sino biológico y psico-físico limitando igualmente las facultades psíquicas e intelectuales y tan es así que las formas de conservadurismo que pretenden observar entre las personas mayores, su resistencia a la innovación, etc. Son explicadas como el efecto ineluctable de una esclerosis cerebral que se desarrolla a partir de cierta edad. Por lo tanto, cuando se habla de la edad, se especula sobre el humano universal.

Esta omnipresencia de un modo psico-biológico de interpretar entre los sociólogos desde que recurren a la edad, me asombraba demasiado que, desde los años 1970, para parafrasear al joven Karl Marx, “la crítica de la interpretación psico-biológica de las diferencias entre los sexos es por esencia ridícula”6  a propósito de una lectura de la construcción social de los géneros.

Pero ¿por qué el planteamiento aplicado al sexo no es una muestra de la edad? La fuerza de este ídola biologicista (Émile Durkheim) en la sociología empírica como el silencio a propósito de la sociología teórica me sorprende más aquí que no conviene evocar algún “politeísmo” de los modos de explicación (ver el texto de Guy Rocher en esta obra), a saber, según Max Weber, los conflictos irreductibles de las formas de aporías científicas. Está lejos de ser el caso, el modo de explicación psico-biológica se apoya sobre un tratamiento de los datos hoy desafiando mostrar su carácter falaz.
Examinemos eso: se dispone de datos transversales, pues prevalecen en un tiempo t sobre las personas de edad diferente. Cuando se pasa del primer al segundo enunciado, se hace como si hubieran seguido las mismas personas y observado su evolución en diversos puntos de su avance en edad. Para admitir que las diferentes observaciones entre grupos mayores prefigura esto que será ulteriormente aquel de los más jóvenes y éste corresponde al que fue, a su edad, a aquel de los más viejos. Así deconstruido, este postulado (llamado de “ahistoricidad”) podría a lo mejor constituir, en el campo social, una hipótesis en otro contexto suficientemente audaz: ¿qué es al filo de los decenios, resto estable en los comportamientos de edad en el seno de las sociedades portadoras de una dinámica de cambio? Que cierto tipo de lectura sea impuesta largo tiempo a los sociólogos conduce a demandar cómo se hace, cuándo se manipula la edad, eso se hace frecuentemente, y aparentemente de manera irreflexiva, los campeones de la “muerte de la historia” si me atrevo a llamarle así. Qué “buenas razones” para hablar como Raymond Boudon, es necesario investigar para explicar que nuestra corporación, a priori muy crítica faceta del psico-biologismo, ¿descarto así la historia y lo sociocultural  para introducir al lobo psico-biológico en el campo? Someto esta cuestión a la meditación del lector.

Para concluir este punto recordemos que la edad cronológica, que es la medida del tiempo pasado de la vida de un fenómeno dado. No es jamás más que un “indicador”, el mismo título de otras partes que el tiempo cronológico en sí7; el uno y el otro son vistos como todo principio explicativo8. que sea claro que no se actúa más que para excluir la hipótesis de una determinación biológica de los comportamientos; muy al contrario, la perspectiva que vaya a introducir preconiza la interdisciplinariedad de las ciencias sociales y de las ciencias de la vida. El argumento aquí es que la explicación de descartar la edad restante a elaborar y a demostrar caso por caso sin dejarse atrapar por una aparente evidencia. Recordemos dos ejemplos mencionados más arriba.

Es ampliamente demostrado que a partir de cierta edad la capacidad física disminuye, así como ciertas características mentales9. ¿Pero derivaremos necesariamente que el eje de actividades físicas disminuye o que el conservadurismo aumenta? Para el primer caso hemos podido verificar que a partir de los años 1950 la tasa de quincuagenarios adeptos de actividades deportivas y físicas aumentan de una cohorte a otra, y más en este eje permanecen elevados sin disminuir una vez que los miembros de esas cohortes hubieron superado la edad de la jubilación (65-75 años) con, sin embrago, un fuerte eje de desplazamiento entre esas dos edades y una tendencia a elegir prácticas físicas más suaves.
He aquí verificado la hipótesis de la difusión de un nuevo modelo de cuerpos y de prácticas físicas, desde la transición hasta la sociedad post-industrial10.

Por su parte, Nicholas L. Danigelis y Stephen J. Cutler, aprovechando una base de datos establece a partir de encuestas transversales repetidas periódicamente, analizando entre otros la evolución de comportamientos racistas en la población de los Estados Unidos entre 1962 y 198411. ellos tratan a los grupos de edad en cohortes y observan bien que el resultado del racismo es tanto más fuerte en los cohortes de ancianos, pero revelan así el declive general en todos los cohortes, de este resultado al filo de dos decenios, apoyando así la hipótesis según la cual en este periodo señalado por un “liberalismo” creciente de la cultura americana, éste se refleja en todos los cambios de actitud en todos los cohortes, no solamente entre los más recientes.  La distancia entre cohortes observada se explica entonces, no por un efecto de envejecimiento sino por un contexto de socialización de diversos cohortes.

Estos dos ejemplos, repitámoslo, no aspiran a sustituir la clave biológica de la edad por una sociológica, sino en mostrar todo el interés que hay en tratar la edad cronológica por lo que es, un indicador, no una explicación, y entonces colocar el problema de este que indica la edad por el conocimiento, sobre el plan tanto teórico como metodológico.

Concluyamos esta parte. Por supuesto que no he salvado este camino de un día para otro, y sin duda, se podría encontrar en mis primeros trabajos, en el ámbito cierto de divagaciones que denuncio aquí, mas es así como he caminado en compañía de otros, porque todo hecho cuenta, somos nombres, en Europa y en las Américas, a haber salvado y en parte trazado esta senda que va de una sociología de las personas mayores a una sociología de la edad y las edades, para tener éxito en esta perspectiva denominada de trayectoria de vida que aspira a saber y analizar la vida humana como una totalidad dinámica. Precisemos, para clarificar las cosas, el uso dado en este texto a la noción de paradigma, y señalemos de paso que parece ser el corazón del paradigma de trayectoria de vida.   



1 C.W. Mills, L’imagination sociologique (1959), Paris, Maspero, 1967.
2 P-J Proudhon, Nouveaux principles de philosophie practique (1858), citado por P. Bouvier, “Pierre-Joseph Proudhon, contingences et spéculations” con D. Mercure y J. Spurk (dir.), Le travail dans l’histoire de la pensée occidentale, Québec, PUL, 2003, P. 182.
3 A. M. Guillemard, La retraite, une mort sociale. Sociologie des conduites en situation de retraite, Paris, Mouton, 1972.
4 Pienso particularmente en los trabajos de M. W. Riley, M. Jonson y A. Forner (dir.), Aging and society: a Sociology of Age Stratification, New York, Sage, 1972, vol. 3.
5 H. Kirk, “Facing the Historical Rest-in-Old-Age Paradigm” en G. Huber (dir.) Fourth International congress: Healthy Aging, Activity and Sports, Hamburg, Health Promotion Publications, 1997, p. 63-65.
6 “En Alemania, la crítica de la religión es por esencia ridícula y es el presupuesto de toda crítica”. K. Marx, Critique de la philosophie hégelienne du droit (1844) edición de K. Marx y F. Engels, Oeuvres, Berlin, 1958, t, l, p. 378.
7 Ver I. Prigione y Pahaut, “Redécouvrir le temps”, en M. Baudson (dir.), Regards sur la quatrième dimension, Genève, Musée Rath, 1984, p. 23-24.
8 A menos que se convoque el principio astrológico, como lo sugiere W. T. O’Donohue, en “Is Gerontology a Branch of Astrology? The Role of Advanced Age in Scientific Explanation”, New Ideas in Psychology, vol. 10, no. 3, 1992, p. 321-329. Sobre la forma de un silogismo aplicado a la gerontología y para las necesidades de la causa, yo generalizo en la unidad de las ciencias socailes: 1) La astrología es un modo de explicación que hace depender el comportamiento humano del movimiento de los cuerpos celestes; 2) en ciencias sociales, la edad es uno de los principales factores explicativos del comportamiento humano; 3) la edad cronológica es convencionalmente establecida recurriendo al movimiento de ciertos cuerpos celestes; 4) por lo tanto, las ciencias sociales recurren al movimiento de cuerpos celestes para explicar el comportamiento humano; 5) por consecuencia, las ciencias sociales son una rama de la astrología...
9 Por ejemplo, la inteligencia fluida mencionada. Ver P. B. Valtes, u. Lindenberg y U. M. Staudinger, “Life-Span” Theory of Developmental Psychology”, en R. M. Lerner (dir.), Handbook of Chil Psychology: Theoretical Models of Human Development, Nex York, Wiley and Sons, vol. 1, 1998, p. 1029-1143.
10 C. Lalive d’Épinay, C. Maystre y J. F. Bickel, “Aging and Cohort Changes in Sports and Physical Trianing From the Golden Decades Onward: a Cohort Study in Switzerland”, Society and Leisure, vol. 24, no. 2, 2001, p. 453-481.
11 N. L. Danigelis y S. J Cutler, “A Inter.-Cohort Comparison of changes in Racial Attitudes”, Research on Aging, vol. No. 3, 1991, p. 383-404.

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