domingo, 18 de diciembre de 2011

Una historia del latín

Es un hecho del dominio público que los alemanes han sido grandes romanistas, baste mencionar la Historia de Roma de Theodor Mommsen o Literatura Europea y Edad Media Latina de Robert Curtius, ambas magistrales. Hablar de la historia del latín puede sonar a antigualla a quienes no están familiarizados con su estudio. Sin embargo, para comprender y apreciar a cabalidad el origen y la estructura de la lengua española son insoslayables los latines (expresión medieval alusiva a las frases latinas que se aprendían de memoria, y que yo uso refiriéndome al latín culto y al latín vulgar). En esta columna hablaré con frecuencia del orbe grecolatino, pues son los pilares de nuestra cultura, el español no puede comprenderse ni justipreciarse sin las lenguas clásicas. En el ámbito germánico, tan inclinado a la erudición, no dejan de publicarse libros sobre el tema como Latín: historia de una lengua mundial (Latein: geschichte eine Weltsprache, 2009) del filólogo Jürgen Leonhardt, desconozco si ya está traducido a nuestro romance. Hay una proliferación del género historiográfico-lingüístico porque hay nuevos descubrimientos científicos y novedosos enfoques e interpretaciones de un tema que erróneamente se creyó agotado hace décadas. Nos dice el autor con ironía: “A la pregunta de si el latín es una lengua muerta o una lengua viva, hay dos respuestas: se puede decir que el latín es una lengua muerta porque no es hablada por nadie como lengua materna, por otro lado, el latín seguirá vivo mientras sea una lengua hablada y escrita por los hombres.”1 Para Leonhardt la primera respuesta atañe a la lingüística (Sprachwissenschaft), y la segunda a la bimilenaria tradición literaria, es decir, al universo cultural latino. La fascinación de los alemanes por el imperio romano es superlativa, ellos son los descendientes de los antiguos bárbaros que invadieron y colapsaron al imperio romano, pero ellos en su tradición historiográfica a ese capítulo histórico no lo laman, como los que hablamos lenguas neolatinas: “invasión de los bárbaros del norte” sino Völkerwanderung (que se traduce generalmente como “migración de los pueblos”, aunque la palabra “Wanderung” significa viaje y tiene más la connotación de travesía y de peregrinaje que de migración). Los alemanes fueron latinizados muy tempranamente, el alemán aunque es idioma germánico está muy latinizado, y a diferencia de muchos países latinos, se han distinguido por haber dado al mundo grandes eruditos que conocían y conocen el latín como si fuera su lengua materna. Como Gadamer nos enseñó en Verdad y Método, una lengua se domina cuando se interioriza y cuando se puede pensar y sentir en esa lengua sin traducir a la materna, incluyendo las llamadas lenguas muertas. Esta historia mundial del latín nos muestra un panorama diacrónico bien sintetizado desde los orígenes del latín hasta su consolidación como lengua imperial, un capítulo está dedicado al importante tema del influjo del griego, a través de su literatura, en la lengua latina. El contacto con el griego enseñó a la los latinohablantes a escribir literatura, filosofía y retórica. Transformó una lengua de agricultores y soldados en un producto refinado y elegante. El latín fue la lengua del imperio romano, la idea sostenida durante siglos por los filólogos clásicos de que fue unitaria, ya ha sido refutada, el latín tuvo variaciones dialectales propias de cada región, como todas las lenguas. El latín vulgar no nació con la disolución del imperio en el siglo VI d. C., nació con el latín mismo, siempre cohabitaron las dos modalidades, incluso es más antiguo el vulgar porque fue el que realmente se habló con errores gramaticales, con las mínimas declinaciones; el latín culto, el literario que aprendí en la Universidad era un latín artificial, no hablado sino escrito, como ocurre con nuestro español culto y coloquial. Otra hipótesis que tiene cada vez más partidarios es la siguiente: el español no es hijo del latín, es el latín evolucionado, no es tampoco un latín corrompido. La historia del latín se parece a la de la lengua hebrea en su peregrinar (hasta la fundación del Estado de Israel), es una lengua mundial que se quedó sin mundo, salvo la pequeña provincia Vaticana, donde es idioma oficial. Me agradó el planteamiento con el que el autor concluye el libro ¿Es el latín una lengua o una filología? (ist Latein eine Philologie oder eine Sprache?). En su versión clásica es una filología, el valor imperecedero del latín estriba en su cultura escrita, en los libros publicados durante el Medievo, el Renacimiento, y ahora con el nuevo humanismo que se sigue cultivando en las universidades occidentales. El latín está vivo, y aunque estuviera muerto, como hermosamente escribió Andrés Bello en el prólogo a su Gramática Latina: “El latín es el principal sendero que conduce al conocimiento de la antigüedad, nada ha quedado fijo que no haya sido cimentado por los romanos”. Es un orgullo que la Universidad de Guanajuato, en su Centro de Idiomas, tenga un diplomado en latín clásico, el cual es dirigido por la maestra Teresita Ayala, helenista y latinista destacada, además de talentosa políglota. Hace más de diez años estudié lenguas clásicas en sus aulas, me corrijo: comencé a estudiar, pues no he cesado de hacerlo, teniendo ahora como maestros a los libros en varios idiomas y a mis recuerdos.

1.La traducción es mía: ”Auf die Frage, ob Latein eine tote oder eine lebende Sprache sei, gibt es zwei Antworten: Die eine besagt, Latein sei tot, weil es von niemand als Muttersprache gesprochen wird, die andere, Latein sei lebendig, solange es überhaupt von Menschen gesprochen und gescrieben wird”.

domingo, 11 de diciembre de 2011

Un historiador heterodoxo del español

En octubre se cumplió el primer aniversario luctuoso del autor del monumental Los 1001 años de la lengua española, el mejor homenaje para el gran filólogo  mexicano es leerlo, y puedo asumir que soy un lector-lector, como denominaba Alatorre a quien lee por pura fruición, independientemente de cumplir con encomiendas académicas. No sólo sus libros filológicos sino sus estudios literarios y sus traducciones, este año fue publicado su primer libro post mortem: El heliocentrismo en el mundo de habla española (FCE) donde un sabio casi nonagenario deslumbra por su radical lucidez y su erudición enciclopédica; quiero sin embargo concentrarme en Los 1001 años por ser su obra más afamada y leída, en colaboraciones posteriores hablaré de sus demás obras. Podría comenzar citando algunos significativos fragmentos de esta historia heterodoxa de nuestro idioma, pero deseo rescatar las palabras que el propio Alatorre hizo públicas en una entrevista realizada por Alejandro Toledo en 1990 (Los márgenes de la palabra, UNAM). Es imposible sintetizar las ocho páginas de la entrevista en pocas líneas, les compartiré, algunos fragmentos. Le pregunta el entrevistador sobre la influencia ejercida en su libro y en su vida por su maestro Raimundo Lida, a lo que responde <…Si yo le presentaba un texto a Raimundo Lida, él lo leía en mi presencia; sus comentarios eran más o menos de este modo: “Fíjese, aquí hay este que seguido de otro. Debería quitar uno de ellos. ¿Qué le parece si acomodamos esta frase así?” ¿Cuál es el sentido de esta corrección? ¿La coquetería? No. Sirve para que el lector no tenga esa piedrita en el camino, para que la frase sea fluida, lo que en resumidas cuentas nos puede llevar a una hermosura del lenguaje.> El maestro aportó también una penetrante definición de su especialidad: “Entiendo por filología un interés por todo aquello que se refiere a la lengua española, lo cual nos hace ir inmediatamente hacia Cataluña y Portugal, y el parentesco del español con otras lenguas hijas del latín, es decir, el estudio de la filología románica. No sólo es la explicación de las palabras del Mío Cid sino también la comprensión de la hermosura de ese poema.” Alatorre explica la historia de la lengua española (HLE) desde las obras literaturas, incluye también obras jurídicas como Las siete partidas, obras históricas y astronómicas, pero el enfoque predominante es el literario. Las peculiaridades de su prosa son: la supresión de aparato crítico, la voluntad de ser un difusor, el humor fino, la elegancia y la claridad, pero en ningún momento la prosa deja de ser erudita como el autor lo pretendía, si entendemos por erudición el dominio enciclopédico de un campo determinado del saber. Un hecho destacable que hay que aplaudir es que su libro fue la primera HLE con fines críticos y divulgativos escrita por un hispanoamericano en el siglo XX, descentralizando así una arraigada tradición, pues desde el siglo XVIII (cuando aún éramos españoles de iure) eran los peninsulares quienes monopolizaban el tema, pues ni el gran Andrés Bello publicó una HLE y don Menéndez Pidal dejó su Historia inconclusa como Schubert su octava sinfonía. Desde el siglo XVI había nacido el español americano, y en pleno siglo XX los historiadores españoles de nuestra lengua habían ninguneado el fenómeno lingüístico conocido como español americano. Hay varias implicaciones que se desprenden de este hecho, pues con las independencias hubo una ruptura política e ideológica no sólo con España sino con la lengua, pero no podemos dejar de ser lo que somos como lo pretendieron nuestros connacionales del siglo XIX, hubo propuestas políticas para adoptar el francés como lengua nacional y erradicar el español. En la opinión de Álex Grijelmo, Los 1001 años de la lengua española nos enseña a amar nuestra hermosa lengua materna. Y cómo no estar de acuerdo con él. Aunque yo la he amado desde que era niño (yo jamás me creí ese cuento de que “fuimos conquistados”), su lectura representa una excelente oportunidad para quien aún no lo haya hecho, de enamorarse de nuestra noble tradición lingüística e histórica. Y sobre todo de conocerla, pues no se puede amar lo que no se conoce. A Alatorre le molestaba mucho que el filólogo español Rafael Lapesa en su Historia de la lengua española hubiera dedicado un breve capítulo aparte al español americano como si se tratase de otra lengua. Ese fue uno de los motivos que lo impulsaron a escribir su propia historia heterodoxa del idioma. Hablamos una lengua neolatina, derivada a su vez del indoeuropeo. ¿En qué momento el latín vulgar hablado en Hispania dejó de ser tal para transformarse en español? ¿Por qué el dialecto castellano prevaleció sobre los otros dialectos peninsulares? ¿Por qué los siglos de oro no tienen parangón con otras literaturas? Las respuestas a estas interrogantes se encuentran en el libro de Alatorre. En América pronunciamos palabras que hace siglos fueron olvidadas en España, el latín hispánico de la época romana ya tenía ese gusto por los arcaísmos y así conservó palabras latinas de hace 3000 años, como nuestro verbo “hablar”, que proviene de “fabulare” (los romanos lo olvidaron y sustituyeron por “loquare”) que significa: narrar historias, disertar en público. Nuestro latinísimo verbo “hablar” trae la tradición retórica en la sangre, y la vocación por la literatura en los genes. No cabe duda, seguimos hablando latín, un latín vulgar refinadísimo y evolucionado.



  
























































domingo, 4 de diciembre de 2011

La Biblioteca Virtual Cervantes


La Biblioteca Virtual Cervantes de la española Universidad de Alicante, es un auténtico tesoro bibliográfico, un proyecto que comenzó a funcionar en 1999. Es una biblioteca humanista, enfocada en la difusión de la cultura hispánica, en su acepción más amplia e inclusiva, es decir, panhispanista (sin soslayar a Hispanoamérica, Filipinas, ni el legado documental de las otras lenguas peninsulares). La BVC es una red de bibliotecas interconectadas entre sí, su unidad se manifiesta en su multiplicidad, es como la Biblioteca de Babel del cuento de Borges: un universo per se; o una galaxia, como Manuel Castells ha denominado metafóricamente a internet. Lo que sí es absolutamente cierto es que su acervo es infinito, o al menos aparente serlo, he navegado durante horas, días, meses, años, y haciendo cálculos ingenuos sobre cuándo terminaré de leer todos los libros, capítulos, artículos y conferencias que me interesa conocer, me siento abrumado. Hablando sobre la Cervantes, mi amigo Néstor Portela (exaltado criptosefardita e hispanófilo confeso) me dijo que para él es como un océano y que se siente sin una barca para navegarlo. Me agrada la alegoría. Creo, sin embargo, que mi amigo es un náufrago porque conoce demasiado el mar océano de la Cervantes. Aunque para mí es como un laberinto, donde en vez de perderme, me encuentro a mí mismo, dando rienda suelta a mis pasiones: hispanista, latinista, helenista. Me confieso ratón de biblioteca, pero digital, las tecnologías de la información y la comunicación (las multicitadas TIC’s) ahora nos permiten viajar por el espacio sin movernos de nuestro escritorio, la virtualidad ha logrado que en la internet se ubiquen miles de bibliotecas simultáneamente, y que nos desplacemos a la que más nos plazca. Yo no puedo ir físicamente a la Biblioteca Nacional de España (carezco de maravedíes) a consultar incunables, pero puedo hacerlo virtualmente, a través de su portal Biblioteca Digital Hispánica, o en la BVC, pues en España las redes bibliotecarias funcionan tan bien que todas las bibliotecas se comparten sus acervos documentales y los publican generosamente no sólo para los ciudadanos españoles, sino para el mundo entero. Usted, apreciable lector, puede corroborarlo, la democracia se extiende al ámbito epistemológico, todos tenemos derecho al conocimiento, yo les agradezco sobremanera que me hayan permitido leer libros que desde el siglo XVI no habían vuelto a editarse, como la Historia Imperial y Cesárea de Pedro Mexía, o Del origen y principio de la lengua castellana de Bernardo de Aldrete. Los incunables pueden leerse folio por folio, íntegros, con lupa en mano, están impresos con la tipografía antigua: gótica o carolingia. Es un verdadero deleite poder leer sus amarillentas y antiquísimas páginas (imagino el aroma de esos libros  antiguos), pero sobre todo degustar ese estilo sin parangón de los Siglos de Oro. La BVC está integrada por varias colecciones: Literatura Española, Biblioteca Americana, Biblioteca Juan Lluís Vives, Letras Gallegas, Biblioteca de Signos, Literatura Infantil y Juvenil, Lengua, y finalmente,  Historia. Al dar clic en esta última colección se abre el portal, estamos en la antesala del acervo, en el umbral del saber, ahí se nos explica que la Biblioteca de Historia “presenta un importante catálogo digital de autores y obras relacionadas con casi todas las etapas de la civilización”. Al dar otro clic, esta vez en el icono www, en la parte inferior de la página web, entramos por fin a la biblioteca, tenemos el catálogo electrónico en la parte superior derecha para realizar las indagaciones bibliográficas que nos interesen. Del lado izquierdo, se despliegan otras ramificaciones del árbol, otras galerías del laberinto histórico, puedo elegir entre varias sendas para proseguir mi andadura bibliófila: Presentación, Catálogo, Portales, Personajes históricos, Enlaces, Últimos contenidos incorporados, Obras más consultadas. De estos portales, cada uno se ramifica, como en un laberinto amurallado con libros, elijo la cuarta opción. Y el personaje elegido es Alfonso X, y las ramificaciones se multiplican ad infinitum, esta megabiblioteca es la aplicación tangible de la inteligencia artificial basada en la ciencia cognitiva, la información fluye a semejanza del proceso neuronal, hay sinapsis, las interconexiones son permanentes y ubicuas, atemporales, la BVC es el universo con el que Borges soñaba. Un paraíso para los lectores. En la sala del rey Alfonso X, tomo un atajo para llegar a la sala de Estudios y encuentro el libro de un viejo maestro mío (además tocayo, con todo respeto): el gran hispanista Francisco Rico, Alfonso X y la “General Estoria”: tres lecciones (Ariel, 1971, Edición digital, 2008), revisión crítica de la gran empresa historiográfica alfonsí. Es justo lo que estaba buscando leer. También recomiendo al lector hojeé los manuscritos medievales de las Cantigas de Santa María, después de ocho siglos siguen intactos, luciendo su abigarrado esplendor, resabio de una época en que el manuscrito era una obra de arte. Los clásicos de nuestra lengua están esperándonos en las estanterías virtuales, los exhorto también a leer al primer poeta que escribió en nuestro romance: Los milagros de nuestra señora de Gonzalo de Berceo, verán la belleza primigenia de nuestro idioma, como fue hace ocho siglos, la ingenua estética y por eso conmovedora, la belleza de la musicalidad es innegable, pues al leerlo evocamos con nostalgia la infancia del castellano.   








domingo, 27 de noviembre de 2011

La lengua española en México

El libro La lengua española en México (FCE, 2003) de José G. Moreno de Alba (lingüista mexicano y ex director de la Academia Mexicana de la Lengua) es un libro que todo mexicano debería leer, al menos todo mexicano hispanohablante. Tómelo el lector como una sutil sugerencia y no como una imposición. Adquirí el libro emocionado pensando que se trataba de una historia del español en nuestro país, como lo es del continente americano otra de sus obras: El español en América. Al comenzar a leerlo, confieso que me desanimé un poco, yo esperaba leer un libro de historia, como el de Rafael Lapesa, pero como el autor lo aclara en el prólogo, el libro es una recopilación de artículos de tema lingüístico, publicados con antelación en diversos medios nacionales, pero con la peculiaridad de ser de divulgación científica y alusivos al fenómeno de la lengua española, aunque se incluyen textos de abigarradas temáticas. Comencé la lectura y desde las primeras páginas mis reticencias se derrumbaron, hay un prejuicio muy extendido en el ámbito intelectual de que los textos breves no son profundos, de que no pueden serlo; qué error de apreciación tan grande, quien posee conocimiento y erudición sobre un tema y además el don de la escritura aunado a una intensa vocación pedagógica como es el caso de Moreno de Alba, no puede ser superficial. El estilo literario del académico mexicano es claro, concreto y elegante, cuando dice que escribe para el gran público, y que por ende, evita emplear tecnicismos, tiene razón, basta consultar, verbi gracia, su libro de lingüística (ese sí cien por ciento científico) La pronunciación del español en México (El Colegio de México) para creerle, y para leerlo con diccionario especializado en mano. A Moreno de Alba le preocupa la enseñanza del español desde los niveles de preescolar hasta el nivel universitario. Es consciente de la zozobra en que se encuentra la educación en México, sobre todo lo descuidada que está la asignatura de nuestra lengua materna, el nivel cultural paupérrimo de nuestros profesores (hay afortunadas excepciones) no ayuda sino empeora las cosas, pues ellos nos enseñan nuestras primeras letras y nos sugieren o inducen nuestras primeras lecturas cuando el profesor tiene arraigado el hábito de la lectura. También nos recuerda que la gramática es una disciplina científica que es menester estudiar, no por obligación ni por imposición escolar, sino porque al conocer la estructura de nuestro idioma nos conocemos mejor a nosotros mismos. La influencia escolar ha sido muy negativa en torno a este rubro, la mayoría odia el recuerdo de haber analizado en la infancia, sin haber comprendido el propósito, enunciados en: sujeto, predicado y sus complementos. Cuando yo estudié la primaria el enfoque estructuralista estaba en boga, años después mientras estuve en la Universidad recordé en clase de latín (para Platón conocer es recordar) que el sintagma nominal, el morfema y el lexema (para citar sólo estos tres términos lingüísticos) ya los había aprendido en la infancia, sólo tuve un reforzamiento; quedé sorprendido de saber que desde mis primeros años de vida sabía, sin saberlo, vocablos técnicos. La gramática, nos dice Moreno de Alba, no es sino la manera que tenemos de pensar, el orden en el cual se articulan las palabras al ser emitidas, es decir, la sintaxis es la concordancia de nuestra vida espiritual, emocional, intelectual expresada en palabras lógicamente articuladas, y entre más conozcamos ese orden interno del idioma español (sus redes neuronales y su interconectividad) mejores recursos expresivos tendremos. Recomienda, asimismo, el estudio de las gramáticas griega y latina, hoy tan olvidadas y exiliadas de todos los niveles de enseñanza, excepto del universitario para quien elija estudiar una carrera de letras clásicas o de letras españolas (aunque periféricamente, pues lo hispánico es lo principal en esta carrera). Es menester estudiar nuestra gramática para comprender mejor la esencia y la evolución del español, de la historia de nuestro idioma. Y nos recomienda elegir entre las miles de gramáticas publicadas la que más nos plazca, desde la nebrisense hasta la de Don Andrés Bello dedicada a los hispanoamericanos, pasando por las gramáticas de la Real Academia Española, por cierto, la Nueva Gramática de la Lengua Española editada por la Asociación de Academias de la Lengua Española se publicó en el 2010, dedicaré una columna posterior a comentar este nuevo compendio cartográfico para aprender a navegar en nuestra infinita red idiomática. Muy interesante e imprescindible para los estudios nebrisenses es el ensayo “Antonio de Nebrija, en España y América”, donde además de filólogo funge como bibliógrafo, pues indagó qué obras del filólogo andaluz se resguardan en la Biblioteca Nacional de México “…a pesar de los inevitables saqueos de que en diversas épocas ha sido objeto…”, siendo Introducciones Latinas el libro que conserva nueve ejemplares (para el lector interesado en leer esta obra cuya editio priceps es de 1481 en Salamanca, puede leerla íntegra en línea en la Biblioteca Virtual Cervantes).  Mucho se aprende después de haber leído y releído La lengua española en México.   

sábado, 19 de noviembre de 2011

Recuerdos del Coloquio Cervantino

Esta semana fue inaugurado en la ciudad de Guanajuato el XXII Coloquio Cervantino, no puedo dejar de evocar el Coloquio del año 2007, el cual fue muy significativo para mí. Asistí al Teatro Juárez con grandes expectativas a la inauguración (fui acompañado por dos amigos entrañables) pues daría un discurso el Premio Cervantes 2006, el poeta español don Antonio Gamoneda (Oviedo, 1931). Debo confesar que antes de serle otorgado el máximo galardón de las letras hispánicas, nuestro Nobel, desconocía la obra del vate castellano. Comencé a leerlo en sincronía con la mayoría del mundo hispánico, pues fuera de España no era muy conocido, es decir, leído. En su patria fue el segundo en recibir el Premio Castilla y León de las Letras en 1985, después de haber sido galardonado Miguel Delibes. Aquella mañana escuché a un hombre lúcido, inteligente, juguetón con el lenguaje; disertando sobre la poesía, sobre Cervantes y sobre Eulalio Ferrer; a quien se le rendía un homenaje. Hablaba pausadamente, casi en voz baja, sin prisas, con una dicción muy nítida. Cuando concluyó la sesión en el Teatro, nos dirigimos al Museo Iconográfico del Quijote al brindis en honor de Eulalio Ferrer, y como invitado de honor estaba don Antonio, acompañado por su señora esposa. Fue en esos momentos, mientras el gran poeta estaba increíblemente solo, apoyado sobre su bastón, cuando lo abordamos mis amigos y yo. Los saludamos y le dijimos “Sea usted bienvenido, maestro, a la Nueva España, nosotros también somos leoneses como usted, pero del León americano”. Gamoneda se sorprendió de escuchar eso y con una sonrisa en los labios nos dijo “acabo de enterarme por la mañana que hay un León mexicano, qué maravilla”. Le preguntamos ¿Cómo se ha sentido estos días en México, es la primera vez que visita nuestro país? Sí –nos respondió- es la primera vez y aquí en México me siento como en España, en especial en Guanajuato, es una ciudad típicamente medieval en su trazo arquitectónico, voy comprobando que vuestra lengua es mi lengua y viceversa, compartimos la misma cultura, los mimos valores, vosotros sois España también”. Le comentamos que nos entusiasmaba mucho su poesía, y le recitamos algunos de sus versos, se quedó azorado pero muy complacido, nos felicitó por ser lectores de poesía. En ningún momento la soberbia o la vanidad se asomaron a sus ojos o a sus palabras. Gamoneda es un sabio. Los grandes escritores generalmente son pedantes e inaccesibles, son excelentes poetas y pésimos seres humanos, eso es lo que mi experiencia me ha enseñado. Gamoneda es la afortunada excepción, por su humildad, su calidez, es un anciano afable y erudito de la poesía hispánica, además de buen ensayista (es destacable su ensayo sobre otro leonés famoso: fray Bernardino de Sahagún). Nos despedimos después de presenciar el emotivo momento donde don Eulalio Ferrer (que en paz descanse) rompió en llanto al dar su discurso de agradecimiento por los 20 años del Museo Iconográfico. Nos dijo “hasta luego amigos, espero que os vuelva a ver”. Mis amigos estuvieron con él en la FIL Guadalajara el año pasado, yo no he tenido otra vez esa fortuna, pero lo veo cuando quiero en los documentales subidos a youtube o eventualmente en la televisión española. Guardo ese breve encuentro y sus palabras en mi memoria como un grato recuerdo. El poema Caigo sobre unas manos del libro Edad (Poesía 1947-1986) (Cátedra, 1987) es uno de mis favoritos. Imposible no reproducirlo completo para que el lector lo deguste: “Cuando no sabía/ aún que yo vivía en unas manos,/ ellas pasaban sobre mi rostro y mi corazón./ Yo sentía que la noche era dulce/ como una leche silenciosa. Y grande./ Mucho más grande que mi vida./ Madre/ eran tus manos y la noche juntas./ Por eso aquella oscuridad me amaba./ No lo recuerdo pero está conmigo./ Donde yo existo más, en lo olvidado,/ están las manos y la noche./ A veces,/ cuando mi cabeza cuelga sobre la tierra/ y ya no puedo más y está vacío/ el mundo, alguna vez, sube el olvido/ aún al corazón./ Y me arrodillo/ a respirar sobre tus manos./ Bajo/ y tú escondes mi rostro; y soy pequeño;/ y tus manos son grandes; y la noche/ viene otra vez, viene otra vez./ Descanso/ de ser hombre, descanso de ser hombre.” Así es la poesía de Gamoneda: emotiva, meditabunda, existencialista. Uno quisiera escribir de esa forma, con esa profundidad, con esa pulcritud, con ese dominio del lenguaje, de la imagen y de la musicalidad, pues nuestra lengua es “como una leche silenciosa”, la poesía de Gamoneda también, digno heredero de la lengua de Nebrija y de Góngora. Le tengo un cariño especial a Castilla la Vieja, (desde 1983 transformada en Comunidad Autonómica de Castilla y León) por haber sido la cuna de nuestro idioma. Y los castellanos, leoneses y asturianos hablan muy similar a nosotros (me refiero al acento), mejor dicho, nosotros hablamos como a ellos, Cádiz no se parece a Campeche sino viceversa, no sólo los andaluces poblaron América, esto es evidente cuando escuchamos a nuestros hermanos del norte de la península. La lírica hispánica desde Gonzalo de Berceo hasta Antonio Gamoneda posee una continuidad que los siglos pretéritos  no han podido disolver.                        

sábado, 12 de noviembre de 2011

La prehistoria del español


La prehistoria del español

El estudio de las etimologías grecolatinas nos incita a profundizar el conocimiento de la lengua española, nuestro instrumento intelectual y espiritual con el cual aprehendemos el mundo exterior e interior. Las etimologías son una disciplina lingüística y filológica que estudia el origen de las palabras, sus significados primigenios y  su evolución, sus cambios semánticos y morfológicos. La lingüística a grosso modo es la ciencia social que estudia las lenguas, desde los enfoques diacrónico y sincrónico. La lengua es un lenguaje (esto no es tautología, aunque lo parezca) pero no todos los lenguajes son idiomas hablados, me explico, la matemática y la música son lenguajes sin ser lenguas, es decir, no están articuladas en palabras ni en frases que puedan ser pronunciadas o habladas. La filología es la ciencia social que estudia e interpreta los textos literarios, históricos y lingüísticos principalmente, se enfoca únicamente al lenguaje escrito, los filólogos son una mezcla de historiadores, literatos y lingüistas. La etimología de la palabra “etimología” es la siguiente: del griego ετιμος (étimos) significa verdadero, genuino; y λογία (loguía) significa estudio, tratado; es decir, etimología como lo dice su raíz más arcaica y nítida, quiere decir el estudio de lo verdadero, el significado auténtico y correcto de una palabra. En una acepción más contemporánea, la etimología estudia la evolución semántica de las palabras de una lengua determinada, tradicionalmente la de las lenguas clásicas, pues en Grecia nació esta disciplina humanística. En la asignatura de español nos enseñaron la gramática, la ortografía, las reglas de redacción, la estructura morfosintáctica de nuestro idioma, su sistema fonológico, el opulento léxico hispánico, desde una perspectiva sincrónica; aunque también se nos enseñó desde la óptica  diacrónica, es decir, la apasionante historia de la lengua española. Si el estudio del español pertenece a la etapa histórica, estudiar etimologías es conocer la prehistoria de la lengua milenaria que hablamos. El español nació, según consta en documentos históricos hace aproximadamente 1200 años, pero el español es un dialecto del latín, como lo son el resto de las lenguas románicas, hay investigaciones lingüísticas y filológicas muy recientes donde proponen la hipótesis de que el español se diferenció, y por ende se separó, claramente de su lengua madre ya en el siglo VI, cuando el Imperio Romano de Occidente sucumbió a la invasión de los bárbaros germanos del norte de Europa, en la época de Isidoro de Sevilla. Oficialmente el latín es lengua muerta desde la época de Carlomagno, en el siglo VIII d. C. pero fue una muerte ficticia o simulada porque el ochenta por ciento del léxico hispánico es latino, dicho en otras palabras, hablamos latín, aunque un latín evolucionado. Hay palabras que hablamos cotidianamente que han permanecido petrificadas e inmutables a lo largo de dos mil quinientos años, como los vocablos: rosa, pulcra, nave, arbor, folio, templum, servus, urbe, orbe, entre otros; seguimos diciendo “rosa pulcra est” la rosa es hermosa, como los romanos antiguos que tanto admiramos, somos sus descendientes los hablantes de lenguas romances. Pronunciamos palabras latinas que tienen dos mil quinientos años, pero el latín no fue una lengua aislada, en el contexto mediterráneo la lengua culta con mayor prestigio durante la antigüedad fue la griega y el latín recibió la influencia cultural y por lo tanto lingüística de Grecia, cuando los romanos conquistaron a las polis griegas, diseminadas en la Magna Grecia, los verdaderos conquistados fueron los romanos, cultural y espiritualmente hablando, pues la filosofía, las matemáticas, la ciencia y la literatura son invenciones griegas. Los griegos crearon nuestro mundo, los cimientos de las ciencias contemporáneas los erigieron ellos, nuestros abuelos, un ejemplo contundente es que la geometría euclidiana es la que seguimos estudiando desde hace más de dos milenios. También el Nuevo Testamento bíblico fue redactado en griego  porque era la lingua franca, (koiné en griego) la lengua universal en la parte oriental del Imperio Romano. Homero, el genio que escribió La Ilíada y La Odisea, nos sigue fascinando y enseñando cómo es la naturaleza humana, el alma humana no ha cambiado en tres mil años, eso nos enseña Homero. Pues bien, los romanos cultos de la época imperial aprendían griego y muchos de ellos escribieron sus obras no en su latín nativo sino en la lengua de la Hélade, entre ellos el emperador Marco Aurelio, Cicerón, Epicteto, por sólo nombrar a los más connotados. Hacia el siglo II a. C. habían entrado a la lengua latina miles de palabras griegas, los romanos las adaptaron a su fonética y a su ortografía, el alfabeto latino ya tenía una letra F, pero desconocían el fonema efe aspirado, por lo cual escribieron la palabra φιλοσοφία (filosofía) de esta manera: philosophia, sustituyendo la grafía φ (fi) por ph (efe) para las palabras con ese fonema de procedencia helénica. En nuestra lengua el diez por ciento del léxico lo conforman palabras griegas. Hablamos griego todavía, aunque en menor proporción que latín, pero fuimos helenizados, accedimos muy a tiempo al banquete de la civilización, a la  παιδεια (paideia). Un ejemplo, la etimología de la palabra catarro proviene de κάθαρσις (kátharsis) que significa purificación, y es bien sabido que durante un catarro el cuerpo se depura, se limpia de agentes patógenos. La etimología de psiquiatra, se compone de dos vocablos: ψυχή (psyjé) alma y ιατρός (iatrós) médico, la lengua griega es metafórica, poética, un psiquiatra es un médico del alma, un doctor de las dolencias del espíritu. Este es el universo apasionante de las etimologías grecolatinas: la prehistoria del español y por ende, nuestra.
       













sábado, 29 de octubre de 2011

 
Por amor al español

¿Cuándo desaparecerán los complejos de inferioridad que los hispanohablantes sienten hacia otras lenguas que consideran superiores? El ejemplo más evidente ocurre con la lengua inglesa, pero también con otras lenguas como el francés o el alemán. Muchos empresarios prefieren designar a sus empresas o negocios con una razón social en inglés porque da estatus. En las conversaciones habituales de  los jóvenes y de muchos adultos se filtran palabras y expresiones en inglés, o frases calcadas, cuando la mayoría de las veces son innecesarias. No me opongo a que la gente sepa idiomas, todo lo contrario, me gustan los idiomas, pero ¿por qué despreciar nuestro opulento léxico? Los hispanohablantes hablamos una lengua más que milenaria con infinitos recursos lingüísticos para expresarnos y desde hace ocho siglos es una lengua de cultura, no fue casual que el rey Alfonso X el sabio se refiriera a la lengua castellana como “nuestro latín”, y que decidiera traducir libros sapientísimos del árabe al castellano en vez de verterlos al latín. Toda la ilustración de la civilización islámica llegó a través de nuestra dulce lengua, posteriormente se realizaron versiones latinas, ya en época renacentista. En aquel siglo XIII peninsular, nuestra lengua se llamaba castellano, pues era el dialecto del latín hablado en Castilla, así como se hablaba mozárabe o catalán en otras regiones de España. Antonio Alatorre escribió que ya en tiempos de Alfonso X pudo haber sido escrita la primera gramática de nuestra lengua, esta es una afirmación fascinante, aún así la primera gramática escrita sobre una lengua vulgar fue la que publicó Antonio de Nebrija en 1492. Los recientes descubrimientos de los paleolingüístas e hispanistas han descubierto que nuestra lengua no tiene mil años como se creyó y se celebró en 1979, sino cerca de mil doscientos. Los cartularios de Valpuesta son la evidencia documental, refutando así la antigüedad de las glosas silenses y emilanenses. Este hecho modifica completamente la historia de nuestro idioma, y la de las lenguas románicas en general. Hablamos la lengua europea más añejada como los vinos riojanos que por su fuerza creativa y su voluntad evolutiva (y por supuesto, por las circunstancias históricas) dejó de hablar latín para hablar castellano, o “castilla” como se decía en aquellos siglos. Cuando se consumó la Reconquista de España del dominio moro con la toma de Granada, el castellano comenzó su etapa expansiva y un siglo después durante el imperio de Carlos V dejó de llamársele castellano para denominársele español. Hoy ambos nombres son sinónimos y los usamos indistintamente. Con la publicación de la Gramática de la lengua castellana de Nebrija  comenzó la etapa dorada de nuestro idioma: los siglos de oro, surgieron escritores de la talla de Cervantes, Quevedo, Gracián, Góngora, Valdés, entre otros. Nebrija fue el filólogo español más erudito de su época, fue latinista y helenista también, un hombre del Renacimiento. La Gramática ha sido publicada este año por la Asociación de Academias de la Lengua Española, en un loable esfuerzo por difundir a nuestros clásicos, he aquí algunos párrafos del primer capítulo: “Los que boluieron de griego en latín este nombre gramática: llamaron la arte de letras: y a los professores y maestros della dixeron grammáticos: que en nuestra lengua podemos dezir letrados. Esta según Quintiliano en dos partes se gasta. La primera los griegos llamaron methódica: que nos otros podemos bolver en doctrinal: por que contiene los preceptos y reglas del arte.” Así comienza el celebérrimo libro. Salvo el uso de otras reglas ortográficas que designaban otros fonemas característicos del español medieval que después desaparecieron del español moderno pero que sobreviven en el judeoespañol, y ligeras variaciones en la sintaxis, la lengua de Nebrija del siglo XV es la nuestra, por eso es tan válido decir que hablo y escribo  la lengua de Nebrija o la de Vargas Llosa, como se dice que hablamos la lengua de Cervantes. También tenemos clásicos filológicos e históricos y no solamente literarios como El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha. Nebrija es nuestro contemporáneo. Los angloparlantes necesitan traducir a Shakespeare al inglés moderno para poder comprenderlo, nosotros entendemos perfectamente lo escrito hace cinco centurias, entendemos incluso la General Estoria de Alfonso X, pero más que entender se trata de degustar la lengua, de saborear cada palabra, de enriquecernos con nuestro patrimonio lingüístico sin parangón, pues  nuestra lengua es cultérrima y fermosa (incluyendo sus encantadores arcaísmos) en el tiempo y en el espacio. Nebrija define así el propósito de su Gramática: “…acordé ante todas las otras cosas reduzir en artificio este nuestro lenguaje castellano: para que lo que agora y de aquí adelante en él se escriviere pueda quedar en un tenor: y estenderse en toda la duración de los tiempos que están por venir. Como vemos que se a hecho en la lengua griega y latina: las cuales por aver estado debaxo de arte: aunque sobre ellas an passado muchos siglos: todavía quedan en una uniformidad…” Apreciable lector, el español es nuestro instrumento intelectual y espiritual para comprender el mundo, para expresarnos en el mundo. Escribiré “La lengua de Nebrija” por amor a nuestro idioma, para compartir mi pasión hispanista, porque es nuestra más bella heredad.