domingo, 18 de marzo de 2012

Filosofía y poesía

Hay un ensayo emblemático en las letras panhispánicas del siglo XX, me refiero al libro Filosofía y poesía de María Zambrano (FCE, 1987). La filósofa española hace una apología de la poesía desde el discurso filosófico, filosofa sobre la poesía y lo hace con gran lucidez. Parte del hecho de que la filosofía y la poesía son dos actividades intelectuales antagónicas e irreconciliables. Pero la poesía ha adoptado a lo largo de los siglos posturas y enfoques metafísicos, místicos y éticos, además de sus elementos estéticos. La poesía se ha alimentado de la filosofía, y viceversa, es conocidísimo el influjo de la poesía de Hölderlin en el Heidegger post Sein und Zeit. Platón desterró a los poetas de su república ideal, pero él mismo era un poeta, una contradicción viviente. Zambrano es una filósofa de inspiración platónica, más que eso, es una exaltada helenista, su prosa es luminosa, profunda y de gran belleza. He aquí la muestra: “Nada más desconcertantemente melancólico que ciertas playas a la hora de la baja mar; criaturas extrañísimas han quedado abandonadas sobre la arena húmeda y un aire de destrucción parece flotar sobre todo.” ¿Escribe ensayo filosófico o prosa poética? Desde la crítica literaria o incluso desde la poesía misma se han realizado apologías, pero Zambrano llega más lejos, retrocede hasta los orígenes griegos, por ende occidentales, de la poesía y remonta el viaje hacia el siglo XX, hasta los poetas simbolistas de la vanguardia poética francesa. La prosa de María Zambrano, más allá de sus significaciones filosóficas, es una de las más cultas y elegantes del siglo en que nacimos, es un excelente ejemplo de español avanzado, leerla es un deleite ininterrumpido, hedonismo puro para el intelecto, un manjar para el espíritu. Las palabras de origen griego ordenadas de acuerdo a la inigualable sintaxis de la filósofa producen la impresión de haber sido redactadas en griego y no en español. Confiesa que en el Cántico espiritual de San Juan de la Cruz está sintetizado todo Platón y toda la poesía, en el celebérrimo fragmento: “¡Oh cristalina fuente/ si en esos tus semblantes plateados/ formases de repente/ los ojos deseados/ que tengo en mis entrañas dibujados!” ¿Cómo no estar de acuerdo con ese panegírico? La apoteosis de lo sintético, sin duda alguna. Filosofía y poesía  nos presenta un cuadro comparativo, dicotómico entre el poeta y el filósofo, no para despotricar contra alguno de los dos, sino para comprender que en el fondo no son opuestos, sino complementarios. ¿Existe una definición de la filosofía más polémica que la siguiente: “La filosofía es un éxtasis fracasado por un desgarramiento.” Nos explica que mientras el poeta busca celebrar el mundo, el filósofo quiere comprenderlo. Dicho en términos filosóficos, uno pretende conocer el universo fenoménico y el otro el universo nuoménico, o sea, el mundo de las apariencias y el mundo eidético. Zambrano nos ha demostrado que en nuestra lengua es posible filosofar con la misma profundidad con que lo hacen los filósofos de lengua alemana. María Zambrano pudo haberles dicho a los alemanes: die Philosophie ist meine Muttersprache (La filosofía es mi lengua materna). Es una necedad continuar con el malinchismo lingüístico, siendo los herederos de Suárez y de Vives, de Ortega y de Gaos. Se nota la evolución acaecida en las entrañas de nuestra lengua durante la última centuria, ya hay teorías que hablan de un renacimiento áureo, poseemos la evidencia.