sábado, 28 de enero de 2012

La poesía de Gonzalo Rojas

Todos sabemos que la principal industria de los chilenos es la producción de los mejores vinos de América, acaso del mundo, pero sobre todo Chile es una tierra de poetas,  sus viñedos como los del valle de Tarapacá han dado al mundo de habla española a poetas como Gabriela Mistral (primera Premio Nobel de Literatura chilena) Pablo Neruda, Vicente Huidobro, Nicanor Parra (Premio Cervantes 2011), Oscar Hahn, Enrique Lihn, la lista es extensa, aquí me detengo, escribiré en esta ocasión unas palabras sobre la poesía de Gonzalo Rojas (1917-2011). Mi amigo chileno-mexicano Néstor Portela me puso en aprietos en alguna ocasión preguntándome ¿Cuál de los grandes poetas chilenos es tu favorito? Es una pregunta tramposa, que implica elegir sólo a uno y rechazar al resto, pero respondí sin pensar que Gonzalo Rojas. El año pasado don Gonzalo se marchó de este mundo, dejándonos una herencia poética majestuosa, que yo como lector le agradezco infinitamente donde quiera que se encuentre, su poesía es predominantemente erótica, hedonista, en el mejor sentido de la palabra, pero también es una poesía genésica, es decir, que acude a los orígenes de nuestra lengua, es una poesía culta que bebió de las fuentes clásicas (y ese hecho hace que me guste más, son recurrentes las menciones y los parafraseos de poetas como Catulo y Ovidio, que Rojas leyó en latín) pero que vivió en el siglo XX, que supo ser contemporánea de su época y supo fusionar el pasado más lejano con el presente de rostro futurista que le toco en suerte vivir. Es también la literatura escrita por Gonzalo Rojas la meditación poética de un viajero, el poeta tuvo la fortuna de vivir en varios países europeos y sudamericanos y lo consigna en sus poemas, pero más allá de las largas estancias obligadas por el exilio, por la dolorosa diáspora chilena, los viajes realizados por todos los rincones del mundo (y por todos los rincones del tiempo, pues un poeta que lee y que se apasiona por la historia no puede ser sino genial, un Dante contemporáneo, le otorga a su poesía un toque de atemporalidad) han dejado un influjo innegable en sus poemas. El crítico literario Julio Ortega escribió al respecto: “Poesía de deslumbramientos e interrogaciones, cuestiona los órdenes del discurso con su tensión expresiva auscultante, dice los estados límites del saber poético, y alienta en diálogos con las materias vivas del mundo”. (Antología de la poesía hispanoamericana actual, Siglo XXI). Quedeshím Quedeshoth es el poema que da título a la última antología poética editada por el FCE en México en el 2009. Estas palabras están escritas en fenicio y significan “cortesana del templo”. Así comienza el poema: “Mala suerte acostarse con fenicias, yo me acosté/ con una en Cádiz bellísima/ y no supe de mi horóscopo hasta/ mucho después cuando el Mediterráneo empezó a exigir/ más y más oleaje…” En este poema Rojas se encuentra en su elemento, los viajes al pasado de la lengua española, en este caso a la prehistoria, pues la lengua fenicia (semítica como el árabe y el hebreo) fue hablada en la península ibérica antes de que los romanos los expulsaran para siempre de Europa, los fenicios fundaron Cádiz, hace 3,000 años, hay resabios de palabras fenicias en nuestra lengua y el poeta ha sabido aprovecharlas para sus versos. La travesía marítima es un elemento poderoso y permanente también en sus poemas. Es célebre el poema “Perdí mi juventud en los burdeles” donde aún se manifiesta la influencia baudeleriana, pero ya expresaba la vocación por el tema del erotismo no como leitmotiv sino como modus vivendi poético.  Ha sido muy celebrado su poema ¿Qué se ama cuando se ama?, he aquí un fragmento: “Qué se ama cuando se ama, mi Dios: la luz terrible de la vida/ o la luz de la muerte? ¿Qué se busca, qué se halla, qué/ es eso: ¿amor?...”  En síntesis, la poesía de Rojas es embriagadora, posee el rojo intenso de la pasión por la vida y sus placeres, sus dichas y privilegios, el tono bermejo de los tintos chilenos. Por eso califico a la obra poética de don Gonzalo Rojas de enológica, oinos en griego significa vino, de ahí nuestra moderna palabra enología: el estudio científico del vino, que hunde sus raíces, como todo nuestro vocabulario ultramodernista, en el orbe grecorromano. Me consta que  los chilenos sienten debilidad por el vino, y también por la buena comida, en casa de mi amigo probé las auténticas empanadas chilenas. Radiqué cuatro meses en Edmonton en el otoño de 2008, una ciudad del norte de Canadá, ahí conviví con la comunidad chilena que fue acogida generosamente por los canadienses en 1973 a raíz del golpe de Pinochet. El 11 de septiembre hacen una fiesta en honor a Salvador Allende. Los hijos de los exiliados nacidos en Canadá, y que han vivido toda su vida allá, muchos de ellos aunque no han puesto un pie en el país andino, son apasionados nacionalistas chilenos, es muy conmovedor constatar cómo aman la lengua española y su cultura chilena, pues se consideran latinoamericanos. Son bilingües pero aman más la lengua de Neruda que la de Shakespeare. Son chilenos en el eterno exilio heredado por sus padres que saben de memoria muchos fragmentos del Canto General, con ellos compartí la mesa, la guitarra, el vino y la poesía de Gonzalo Rojas.